Cuando nos pintamos el rostro, no es para parecer más atractivos a los demás, es una muestra de nuestra fuerza, poder, para defendernos del enemigo, de aquel que intentará desestabilizarnos, es la forma y la técnica sofisticada en su oculta manipulación de lo que puede mostrar nuestro rostro real. Suele ser un escudo, que se puede volver en contra a la vez sino sabemos defender nuestro personaje, nuestra auténtica identidad.
Píntate el rostro, pero jamás muestres debilidad en tus acciones o palabras.
Piensa que la transformación es una máscara, y jamás serás eso que muestras. Lo sabes lo utilizas y si no sabes hacerlo, mejor no te pintes.