Para que el humor aflore en las personas, tiene que partir de reirse de uno mismo, y de comprender la estupidez en un sentido global, sin tener acritud ante nada ni ante nadie, el humor ha de ser limpio, sano, y sin mancha que impregne de negatividad con respecto a las personas.
Todo aquel que se siente ofendido por un chascarrillo, que solo pretende reirse de nuestras taras, y miserias, tiene un problema de salud mental.
El humor no puede ofender pues solo pretende reirse generalmente de nuestras torpezas, nuestra imperfección.
Quien criminaliza el humor, está gritando a voces que se encuentra en grave peligro de enfermar gravemente.
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